Una historia que se me viene a la mente fue la gloriosa noche en Buenos Aires. Todo empezó en una discoteca barata , como olvidar el encuentro destinado con sus luces violetas parpadiantes en su techo , subiendo mi placer con copas inundadas. En una noche finalizada en alegría y diversión los alcanzé a ver , reposados en la mesa 15 de la barra de la disco, como disfrazandose de otra cara el lugar establecido. Los comparé con una catarata de miel desembocando en su dulce final. ¡Eran hermosos!. Sus preciosos vestidos grises arrugados de la bailanta y salpicados desafortunadamente con alguna que otra bebida.
Los seguí a los dos y dejé todo de lado por estar al menos unos eternos segundos junto a ellos. Nunca quise fama y detésto las cámaras , como algo cotidiano para ellos , cansados de enamorar la alfombra roja. Fué mi noche de suerte , Dios me entrego su fe o alguna varita mágica me iluminó en esa oscuridad. Se acercaron a mi en la puerta del boliche , la verdad me solucionó todo la buena suerte aunque tocaba mi parte para lo demás... ¿Tenés fuego? su pregunta rápida y directa. Sobraron las palabras para charlar siendo casi los únicos que se ubicaban allí. Así es Buenos Aires, viva en la noche, despertando un café en la esquina de Mitre y Pellegrini, justo enfrente del boliche. Me acompañaron, reposaron debajo de una silla y mientras conversaba con la bella mujer en la mesa pegada a la ventana , mis ojos los veían, los gozaban, como haciendo un acto extremo de amor apasionante. En semi-puntitas y cansados, nunca voy a olvidar esos pies y envueltos en sus glamorosas zandalias.
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