Los coches corrían debajo de nosotros. Después de resistir el calor solar, el paisaje se torno profundamente oscuro y brillante. Pues los cubos se ven muy pequeños de esta altura y el clima nos liberó otorgando el frío de su noche. Parecía que la gente tenía miedo en la ciudad o se notaba que esperaban algo de nosotros, por esa razón volvían a sus hogares. Entonces, manos a la obra y se lo regalamos: con tan solo mirarnos, buscamos nuestra nube, nos encontramos rasguños de placer mutuos y caricias escondidas, sintiendo esa luz que enerdecía produciendo la energía desatada entre los dos; se empañó la noche de humedad inesperada y la lluvia se lanzó a la tierra.
Sentados otra vez en la luna, colgando nuestros pies en ella y con miradas de oro, resurgimos la felicidad y la gente mirando al cielo nocturno, nos transmitía agradecimiento. Jej... solo es cuestión de conciencia, en luna de abril.
No hay comentarios:
Publicar un comentario